
El Mundial de la FIFA 2026, que será organizado conjuntamente por Estados Unidos, México y Canadá, se perfila como uno de los eventos deportivos más relevantes de la década. Sin embargo, más allá de lo deportivo, surgen preocupaciones logísticas y humanitarias vinculadas a las políticas migratorias restrictivas de Estados Unidos.
Uno de los principales desafíos es la dificultad para obtener visados, tanto para aficionados como para delegaciones de equipos. Estados Unidos mantiene un sistema migratorio altamente complejo, con trámites prolongados y restricciones específicas para ciudadanos de ciertos países. Esto podría limitar significativamente la presencia de hinchas internacionales, en especial provenientes de regiones como África, Medio Oriente o América del Sur, cuya participación es clave para el ambiente multicultural del torneo.
Además, existe la posibilidad de que jugadores, técnicos y personal de federaciones encuentren obstáculos burocráticos o demoras en su ingreso al país, especialmente si provienen de naciones con relaciones diplomáticas tensas con Washington. Esto no solo comprometería la equidad del certamen, sino también su imagen global.
Otro aspecto sensible es el trato a los visitantes temporales. En años recientes, Estados Unidos ha enfrentado denuncias por prácticas migratorias consideradas abusivas, especialmente en la frontera sur. Temores sobre perfiles raciales, detenciones arbitrarias o controles excesivos podrían disuadir a muchos de asistir, afectando la asistencia a los partidos y el turismo vinculado al evento.
La coorganización con México y Canadá suma complejidad adicional. Mientras estos países suelen tener políticas más flexibles, la ausencia de un sistema migratorio unificado entre las tres naciones podría generar obstáculos para quienes deseen seguir a su selección a lo largo del torneo, enfrentando múltiples procesos de ingreso, mayores costos y estrés logístico.
Ante este panorama, la FIFA y el comité organizador tienen el reto de gestionar con las autoridades estadounidenses la implementación de medidas especiales: visados temporales para participantes y fanáticos, corredores migratorios seguros y simplificados, y protocolos que garanticen un trato digno a todos los visitantes.
De no abordarse a tiempo, el Mundial 2026 corre el riesgo de verse empañado por controversias que contrastarían con el espíritu inclusivo y global del fútbol.