
Marc Márquez volvió a lo más alto del motociclismo mundial. El piloto español de Ducati (Desmosedici GP25) se proclamó campeón del mundo seis años después de su último título, cumpliendo así el gran objetivo que se había marcado tras la grave lesión sufrida en 2020 en Jerez de la Frontera.
Su primer desafío era comprobar si seguía siendo competitivo y, sobre todo, si aún disfrutaba encima de la moto. Esa incógnita se despejó la temporada pasada con sus victorias en el equipo satélite Gresini Racing, la escudería donde también corre su hermano Álex. Pero Márquez sabía que para volver a lo más alto necesitaba una moto oficial y competitiva. Ducati le dio esa oportunidad, al apostar por él en lugar de Enea Bastianini, a pesar de que Jorge Martín, campeón de 2024, también aspiraba al puesto.
La apuesta fue un acierto rotundo. El ocho veces campeón del mundo respondió con victorias inmediatas: plenos en Tailandia y Argentina, a los que siguieron Catar y una racha imparable de siete dobletes consecutivos entre Aragón y Hungría. En total, diez dobletes que constituyen un nuevo récord en la era de las carreras al sprint, superando la marca de cinco que había establecido en 2024 su compañero de equipo, Francesco “Pecco” Bagnaia.
Precisamente Bagnaia había logrado en Japón su mejor fin de semana de la temporada, firmando un doblete con victorias en la sprint y en la carrera del domingo en Motegi. Sin embargo, su éxito quedó eclipsado por el subcampeonato de Márquez en la pista nipona, resultado que le permitió sumar diecinueve puntos más que su hermano Álex —cuando solo necesitaba tres— y sellar matemáticamente el campeonato.
Álex Márquez, que sufrió una caída en entrenamientos y partió con desventaja tras pasar por la Q1, terminó octavo y vio cómo sus opciones desaparecían pronto. Aun así, se mostró tranquilo al final del fin de semana, satisfecho de poder afrontar las cinco últimas citas del curso sin la presión de la pelea por el título.