
En una décima etapa marcada por la dureza del Macizo Central, Tadej Pogacar volvió a demostrar que es el ciclista más sólido del pelotón. El esloveno no mostró signos de debilidad frente a los constantes ataques del equipo Visma-Lease a Bike, liderado por Jonas Vingegaard, su gran rival por el maillot amarillo.
La jornada, con siete puertos de segunda categoría, se vivió como una auténtica guerra de desgaste. Aunque no hubo diferencias en la clasificación general entre Pogacar y Vingegaard, sí quedó claro que el equipo del danés sigue apostando por una estrategia de presión constante con la esperanza de quebrar al líder del UAE Team Emirates.
Una de las claves del día fue la retirada de Joao Almeida, lo que debilitó al equipo de Pogacar. En el tramo decisivo, el esloveno se quedó sin gregarios en el último puerto, el Puy de Sancy. Sus compañeros Jhonatan Narváez, Adam Yatesy Marc Soler resistieron hasta el penúltimo ascenso, pero no pudieron acompañarlo en el cierre.
En contraste, Vingegaard contó con una sólida formación a su alrededor. Sepp Kuss y Matteo Jorgenson marcaron el ritmo hasta el final, Victor Campenaerts colaboró tras estar en la fuga, y Simon Yates, también del Visma, terminó llevándose la etapa.
A pesar del esfuerzo colectivo del equipo rival, Pogacar no titubeó. Respondió con inteligencia a los ataques, especialmente a los lanzados por Jorgenson, y fue quien marcó el ritmo en el ascenso final. Solo Vingegaard logró seguir su rueda.
El mensaje fue claro: el Tour aún es largo, pero Pogacar sigue inquebrantable.