
Sin la presión de pelear por un lugar en el Mundial, la selección de Brasil se dio un festín en Seúl. En un estadio que alguna vez fue escenario de la Copa del Mundo 2002, el equipo de Carlo Ancelotti exhibió todo su talento y goleó 5-0 a Corea del Sur con una actuación de lujo.
El Scratch fue pura precisión y espectáculo. Cada ataque fue una muestra de la calidad de su tridente ofensivo: Estevao, Rodrygo y Vinícius Jr. marcaron la diferencia desde el primer minuto. El joven Estevao abrió el marcador y firmó un doblete, Rodrygo lo imitó con dos tantos de alta factura y Vinícius cerró la cuenta con una definición que selló la goleada.
Liberado de las presiones de la clasificación —ya con su boleto asegurado a Estados Unidos, México y Canadá 2026—, Brasil jugó con alegría, soltura y fantasía. Hubo momentos en los que pareció una exhibición en Copacabana más que un partido internacional.
Uno de los goles más aplaudidos fue el segundo, obra de Rodrygo, tras una serie de toques dentro del área que desarmaron por completo a la defensa surcoreana: una jugada de fútsal trasladada al césped de once.
El entusiasmo por el rendimiento llegó hasta la prensa brasileña. “Brasil atropella a Corea del Sur con show de su ataque”, tituló Globoesporte. Su columnista Alexandre Alliatti ironizó: “¡Extra! ¡Extra! La Selección todavía sabe jugar al fútbol”, en alusión al discreto nivel mostrado por el equipo en los últimos años.
La llegada de Carlo Ancelotti parece haber traído calma, confianza y un nuevo aire al vestuario brasileño. Y cuando Brasil juega así, el fútbol vuelve a ser espectáculo.