
Nadie apostaba por ellos al inicio de los playoffs, pero los Indiana Pacers firmaron una de las postemporadas más memorables en años recientes. A un solo triunfo del campeonato, el equipo dirigido por Rick Carlisle cayó en el séptimo juego de las Finales ante los Oklahoma City Thunder, en un cierre dramático y marcado por la desgarradora lesión de su estrella, Tyrese Haliburton.
Los Pacers fueron puro espectáculo: remontadas imposibles, victorias épicas y una energía contagiosa que los convirtió en el equipo revelación de la NBA. Todo parecía indicar que el milagro era posible… hasta que el destino les dio la espalda.
Haliburton, el alma del equipo, jugó con molestias en el gemelo durante toda la serie y estuvo a punto de perderse el sexto partido. Sin embargo, arrancó el juego decisivo con fuerza, encestando tres triples en los primeros cinco minutos. Pero a mitad del primer cuarto, su pierna derecha falló. Cayó al suelo gritando de dolor. La imagen fue impactante: el Paycom Center quedó en silencio, y luego, en una ovación unánime, despidió entre lágrimas al base de los Pacers, que abandonó la cancha sin poder apoyar la pierna y con una toalla cubriéndole el rostro.
A pesar del golpe anímico, Indiana no bajó los brazos. Peleó hasta el final, fiel a su carácter combativo. Pero sin su líder, el sueño del anillo se esfumó en una noche cruel que no empaña su extraordinario recorrido.
Ganadores de tres campeonatos de la ABA, los Pacers tendrán que seguir esperando para conquistar su primer título de la NBA. Pero esta campaña quedará para siempre en la memoria de sus aficionados como la gesta que casi fue.