
El presente de Racing Bull Racing (RBR) se ha convertido en una tormenta constante. La escudería de Milton Keynes, que parecía imparable en años recientes, atraviesa una crisis profunda tanto dentro como fuera de las pistas. Mientras la Fórmula 1 se prepara para una nueva revolución técnica y normativa en 2026, el equipo que dominó desde 2021 parece cada vez más desorientado.
El panorama es complejo. RBR no solo debe adaptarse a los futuros cambios en la normativa de motores y aerodinámica, sino que también ha visto resquebrajarse su estructura interna. En solo 18 meses, ha perdido piezas clave de su engranaje ganador: desde la abrupta salida del director Christian Horner, hasta la renuncia de figuras clave como el ingeniero Adrian Newey, referente técnico desde los inicios del equipo.
A este escenario se suma el final inminente de la relación con Honda, su actual proveedor de motores. El presidente de Honda Racing Corporation, Koji Watanabe, fue tajante al cerrar cualquier puerta a una posible extensión del vínculo. “Incluso si nos lo pidieran ahora, sería demasiado tarde para 2026. Las posibilidades son nulas”, declaró al medio Auto Sport Web, dejando en claro que el futuro de Honda está enfocado en Aston Martin.
Mientras tanto, la alianza con Ford —anunciada como el socio técnico para 2026— genera más dudas que certezas. Los rumores sobre un bajo rendimiento en la unidad de potencia que la marca estadounidense está desarrollando no cesan. El propio asesor de RBR, Helmut Marko, ofreció declaraciones vagas y sin profundidad técnica, lo que no hace más que alimentar la incertidumbre.
Con Mercedes perfilándose como el favorito para liderar la nueva era de la Fórmula 1, RBR se enfrenta a un desafío inédito: sostener su lugar en la cima sin la estabilidad y el talento técnico que construyeron su hegemonía. El equipo que rompió el dominio de Mercedes en 2021, y que acumuló desde entonces cuatro títulos de Pilotos y dos de Constructores, hoy busca desesperadamente reencontrarse con la solidez que lo llevó a la cima.