
AFP
Onã Rudá camina confiado y alegre con su camisa arcoíris por las gradas de la Arena Fonte Nova, hogar de su adorado Bahia y de una de las principales hinchadas LGBT de Brasil. Su tranquilidad, sin embargo, está lejos de ser norma para los homosexuales en los estadios brasileños.
Este moreno barbudo, tatuado y con pendientes se sabe privilegiado: la casa del tradicional club de la ciudad de Salvador (noreste), actualmente en segunda división, es un lugar seguro para los gais, que muchas veces evitan los templos del fútbol por temor a agresiones.
“Antes, nadie podía venir. Hoy en día existimos: vamos y algunos van con sus amigos, con su familia. El gran triunfo es que esas personas no necesitan esconder más que son LGBT cuando van al estadio”, dice a la AFP este trabajador en comunicaciones, de 32 años.
Onã Rudá fundó la Torcida LGBTricolor en septiembre de 2019 con el respaldo del Bahia, reconocido por sus posturas progresistas en los últimos años y que en breve puede cerrar su venta al Grupo City, fondo árabe dueño del Manchester City.
Los quince integrantes de la hinchada -un número distante de las populosas fanaticadas brasileñas- pueden ir sin problemas a las gradas con banderas o camisas arcoíris.
Esos símbolos son evitados por los homosexuales que asisten a otros estadios brasileños, donde la homofobia motiva cánticos discriminatorios, insultos, miradas hostiles y hasta agresiones, en un país que a diario registra incidentes violentos contra personas LGBT.
En 2021, se registraron al menos 16 casos -entre agresiones físicas, verbales o cánticos- de homofobia en los estadios, una cifra que puede ser mayor porque las víctimas no siempre denuncian, según un reporte de Canarinhos LGBTQ, una organización de hinchas que busca combatir la discriminación en el balompié.
“Como hombre trans, me siento orgulloso y acogido por estar en estas gradas. Nuestro lugar es aquí, viviendo el fútbol”, afirma otro hincha, Antonio Ramos, un estudiante de gastronomía, de 28 años.
Aunque casi todos los principales clubes de Brasil tienen al menos una hinchada arcoíris, surgidas principalmente en esta década, la aplastante mayoría concentra sus acciones en redes sociales debido al miedo a acudir a las canchas, si bien tampoco están exentos de ataques y amenazas en el mundo virtual.
“Hoy aún hay una incomodidad de las hinchadas (tradicionales) frente a estos grupos. En estas aún es muy fuerte la cuestión de la masculinidad normativa, de la virilidad, con frecuencia asociada a la homofobia”, explica Luiza Aguiar dos Anjos, autora de varios libros sobre seguidores gais en Brasil.
Además de Bahia, apenas la fanaticada del Vasco da Gama de Rio de Janeiro (Vasco LGBTQ+) va al campo sin esconder sus orientaciones sexuales. Ambas tienen buenas relaciones con las barrabravas y los clubes.
Algunos encuentran refugio individualmente en hinchadas antifascistas, como la Tribuna 77 del Gremio de Porto Alegre. En el tricolor gaúcho, de hecho, fue famosa “Coligay” (1977-1981), una de las primeras ‘torcidas’ de homosexuales del planeta.
Las fanaticadas LGBT miden su fuerza según el número de seguidores en internet y suelen hacer activismo político, especialmente de izquierda. Por ello, algunas prefieren ser reconocidas como colectivos.
“Este tipo de ‘torcidas’ están tan interesadas en animar como en cambiar el fútbol y sus propios clubes, para que se vuelvan más inclusivos”, asegura Dos Anjos.