
La imagen del atleta olímpico suele asociarse con éxito, disciplina y gloria deportiva. Sin embargo, detrás de los podios y las medallas, muchos de ellos enfrentan una realidad financiera mucho más compleja. A pesar de ser los verdaderos protagonistas y creadores de valor del “movimiento olímpico”, la mayoría vive con ingresos modestos y carreras profesionales que, en promedio, son cortas y económicamente inciertas.
Este debate sobre los salarios de los atletas ha cobrado fuerza en los últimos años, impulsado por iniciativas que buscan mejorar la compensación económica y abrir nuevas oportunidades laborales una vez que las competencias terminan.
Uno de los críticos más visibles del sistema actual es Aaron D’Souza, presidente y fundador de los Enhanced Games. En declaraciones a Insider Sport, D’Souza reveló una cifra que ha generado polémica: “El atleta olímpico estadounidense promedio solo gana US$30,000 al año”.
Este dato pone en evidencia la desigualdad económica entre deportistas de élite y las enormes ganancias que reciben ejecutivos deportivos y estrellas de otras ligas, como la NBA, la NFL o el fútbol europeo.
La presión por cambiar este modelo empieza a dar frutos. En los Juegos Olímpicos de París 2024, la federación World Athletics —responsable del atletismo mundial— hizo historia al anunciar que entregaría US$50,000 a cada ganador de una medalla de oro en sus 48 eventos.
La iniciativa, financiada con la parte de ingresos que la federación recibe del Comité Olímpico Internacional (COI), representó un desembolso total de US$2,4 millones y marcó un precedente inédito en un sistema que, tradicionalmente, no recompensa con dinero a los medallistas olímpicos.
Este movimiento podría acelerar un cambio profundo en la forma en que se valora y se compensa a los atletas de alto rendimiento, abriendo un nuevo capítulo en la historia del deporte mundial.