
La imagen fue tan conmovedora como brutal: el rostro desencajado, los gritos de dolor y los golpes contra el suelo de Tyrese Haliburton recorrieron el mundo en cuestión de minutos. Apenas habían transcurrido siete minutos del Juego 7 de las Finales de la NBA en el estadio de Oklahoma City Thunder cuando la estrella de los Indiana Pacers sufrió la rotura del tendón de Aquiles. Ya arrastraba molestias desde el quinto partido, tras sufrir una distensión en el gemelo derecho, pero nadie imaginaba un desenlace así.
El base cayó desplomado y tuvo que ser asistido para abandonar la cancha rumbo al vestuario, donde vio por televisión cómo se le escapaba el anillo de campeón ante los Thunder. Su padre, visiblemente afectado, confirmó luego que Tyrese estaba devastado y sabía que la lesión lo llevaría al quirófano.
Ya operado en Indiana, Haliburton rompió el silencio a través de sus redes sociales. Su mensaje fue una mezcla de desahogo, tristeza y aceptación:
“No sé cómo explicarlo, salvo por la sorpresa. No hay palabras para expresar el dolor de esta decepción. La frustración es inconmensurable. He trabajado toda mi vida para llegar a este momento, ¿y así es como termina? No tiene sentido”, escribió en Instagram.
En otro mensaje, añadió:
“Ahora que me operaron, ojalá pudiera contar las veces que me dicen que ‘volveré más fuerte’. Qué cliché, jaja. Esto es un asco. Siento el pie como un peso muerto, amigo. Pero lo que más me duele, creo, es la mente”.
Pese a la desolación, Haliburton también mostró una chispa de esperanza:
“Siento que estoy divagando, pero sé que recordaré esto cuando termine, como algo por lo que estoy orgulloso de haber luchado. Se siente bien poder soltar esto sin que vean al niño llorar. A los 25 años ya he aprendido que Dios nunca nos da más de lo que podemos soportar. Sé que saldré de esto siendo mejor persona y mejor jugador”.