
El Paris Saint-Germain de Luis Enrique Martínez busca este domingo cerrar una temporada de ensueño en la gran final del Mundial de Clubes. Enfrente estará el Chelsea de Enzo Maresca, otro proyecto ambicioso que, tras meses de ajustes, llega al encuentro decisivo en pleno ascenso de nivel.
Será un choque de filosofías similares: dos equipos que se defienden con la posesión, que priorizan la verticalidad y el ataque, y que confían en el talento técnico de sus futbolistas. Ambos, además, cuentan con un notable despliegue físico, especialmente el cuadro londinense.
El partido está programado para las 15:00 (hora local) —19:00 GMT— en el MetLife Stadium de Nueva Jersey. Allí, el PSG buscará coronar el curso más exitoso de su historia tras haber conquistado la Ligue 1, la Copa de Francia y la Liga de Campeones. Lo ha hecho bajo un modelo de juego colectivo, más allá de las individualidades, en un enfoque que marca distancia con épocas anteriores del club.
“Para nada será un partido fácil ni de trámite”, advirtió Luis Enrique en la previa, reconociendo el favoritismo que recae sobre su equipo pero también el peligro que representa este Chelsea, que ha consolidado un bloque sólido con figuras desequilibrantes en ataque.
El equipo inglés, que finalizó cuarto en la Premier League y conquistó la Conference League al derrotar al Betis de Pellegrini, ha tenido un camino de menos a más en este Mundial de Clubes. Tras caer ante Flamengo (3-1) en la fase de grupos, se recuperó con una remontada ante Benfica en octavos (1-4 en prórroga), y eliminó con autoridad a Palmeiras (1-2) y a Fluminense (0-2).
Del otro lado, el PSG solo tropezó ante Botafogo en la fase inicial (0-1), pero luego arrasó con sus rivales, incluyendo potencias como Atlético de Madrid, Real Madrid y Bayern de Múnich. Su éxito se basa en una presión alta ejecutada con intensidad por sus atacantes —Dembélé, Doue, Barcola o Kvaratskhelia— y una gran capacidad para transformar esa presión en juego ofensivo efectivo.
En el medio campo, Fabián Ruiz y los portugueses Vitinha y João Neves han encontrado un equilibrio ideal, apoyados por dos carrileros en estado de gracia: Hakimi y Nuno Mendes.
El Chelsea, por su parte, ha armado una defensa potente y atlética con jugadores como Adarabioyo, Chalobah, Reece James y el incansable Marc Cucurella, mientras que adelante cuenta con talento y contundencia que puede sorprender a cualquiera.
En Nueva Jersey se cruzan dos proyectos millonarios que comparten el mismo objetivo: reinar en el mundo.