
Las apuestas se han convertido en una amenaza creciente para el tenis profesional. Lo que para muchos comenzó como una distracción se ha transformado en una adicción, y con la masificación de las plataformas online, el problema ha escalado hasta alcanzar los niveles más altos del circuito.
Durante años, los torneos Futures y Challengers —las divisiones más bajas del profesionalismo— fueron el foco de alerta debido a la menor fiscalización y control. Pero hoy el riesgo se ha extendido también a torneos de mayor jerarquía como los Masters 1000, e incluso a los Grand Slams. Roland Garros, por ejemplo, está en alerta.
El fenómeno más frecuente es el del courtsiding: individuos que asisten a los partidos en vivo, observan jugadas en tiempo real y aprovechan la demora de entre tres y ocho segundos que existe entre la acción en la cancha y su transmisión por Internet. Esa pequeña brecha es suficiente para hacer apuestas informadas antes de que las casas de apuestas actualicen los datos.
Estas personas suelen ubicarse en zonas elevadas del estadio para observar múltiples canchas a la vez o moverse rápidamente entre ellas. Con el teléfono en mano, siguen cada jugada con atención obsesiva, e incluso alientan o intimidan a jugadores sin importar la nacionalidad, lo que genera sospechas entre los espectadores habituales. A veces también actúan como informantes en tiempo real para apostadores externos.
El tenis, a diferencia de otros deportes, permite una gran variedad de apuestas: desde quiebres de saque hasta dobles faltas. Esto facilita que el courtsiding sea un negocio muy lucrativo.
La situación es tan grave que la International Tennis Integrity Agency (ITIA), organismo que lucha contra la corrupción en el tenis, ya ha sancionado a decenas de árbitros y oficiales por participar en estas prácticas. Algunos demoraban voluntariamente el ingreso del punto en sus tablets, permitiendo que los apostadores se beneficiaran del delay.
El sistema tiene grietas evidentes y sigue dejando espacio para que muchos crucen los límites éticos en busca de dinero fácil, sin importar las consecuencias.