
Agencias
Un año después de los problemas de la estrella de la gimnasia Simone Biles en los Juegos Olímpicos de Tokio, llegando incluso a parar en plena competición para preservar su salud física y mental, las dificultades psicológicas de los deportistas de alto nivel se tienen cada vez más en cuenta.
Recientemente, el exfutbolista francés Thierry Henry, campeón del mundo en 1998, habló en las páginas del diario L’Équipe sobre cómo se consideraba la cuestión en su época de jugador: “Llorar era imposible. No podías mostrar tus debilidades. Me decía, ‘Thierry no llores, no llores, no llores’. Me ocurrió llegar a llorar solo, pero luchaba por no hundirme. Ahora sí que lloro”, contó Henry, que tras su retirada continuó ligado al fútbol como entrenador y comentarista de televisión.
Para Greg Décamps, investigador en psicología del deporte en la Universidad de Burdeos, las dificultades para hablar del tema se explican por el hecho de que “el entorno deportivo sigue siendo un lugar en el que se rinde culto a la excelencia, a la fuerza, a la virilidad, y donde todo signo de debilidad va a verse totalmente proscrito”.
A ello se suma que en disciplinas como el fútbol, “con implicaciones financieras enormes”, salvo las “lesiones físicas” que no pueden ser disimuladas, el resto se convierte casi en “secreta defensa”, dice a la AFP.